A propósito de letras, palabras y mensajes

A PROPOSITO

por Marcos de JESÚS ROLDAN

Esta mañana leí nuevamente ese meme tan usado y socorrido a propósito del amor y de los escritores, ese que dice que si se enamora de ti un escritor no morirías y otros argumentos iguales de  rocambolescos.

Muchos dirán “Si”, unos cuantos lo negarán. Tal vez el que escribe no lo haga para enamorarte ni sospeche esa intención, simplemente hace lo que cree le sale bien o debe realizar. Es decir, el escritor crea pasajes, mundos, universos pero también individuos y sociedades. Más aun, un escritor nos ha dicho cómo amar, a quién odiar, qué beber, dónde comer, cómo vestir, qué palabras usar, qué desear y hasta cómo debemos morir.

Podrá leerse esto como un ataque de soberbia y megalomanía que ha provocado tal declaración desatinada. Veamos tres casos que ilustren la temeraria tesis de alguien que escribe:

  1. Un escrito puede lograr la desaparición de un pueblo y el exterminio de sus habitantes. En “La Mala Hora” Gabriel García Márquez narra el conflicto que algunos textos difamatorios como reveladores han provocado entre sus habitantes, provocando divorcios, abandonos y homicidios. Honras perdidas, herencias reclamadas y apellidos mancillados porque alguien con poco hacer y mucha imaginación aprovechando la noche pega y clava pasquines como proclamas en las puertas, árboles y postes de las calles de ese pueblo que bien pudiera ser La Paz, Mulegé, San Carlos o Macondo. ¿Realismo mágico? No tanto, ha ocurrido a menor escala y he visto como un anónimo desbarató una carrera, finalizó una sociedad, inició una demanda y hasta provocó que alguien solicitara un perfil genético para deslindar la posible paternidad.
  2. Hace años, inmerso en una relación tormentosa tuve a bien comentar con una psicóloga experta en Gestalt y otras corrientes sobre la manera de relacionarnos con el sexo opuesto con fines tanto amorosos como reproductivos y los muchos casos donde dicha asociación termina en un tribunal o entre  los brazos o piernas de otra persona. Ella, mi colega, dijo sabiamente: Uno ama como le enseñaron, como aprendió y como puede. Revelación que no entendí hasta que terminó la sesión y escuché una canción en la radio de la pesera “SEP – Centro – Márquez”; una voz conocida me contaba sobre la que se fue y que quiso quedarse cuando vio mi tristeza. Al llegar a casa, por ser sábado, en la TV daban una película con Pedro Infante y Blanca Estela Pavón donde nuevamente se tocaba el tema del amor y del desamor, causas y consecuencias. Haciendo retrospección pensé ¿Quién me enseño lo que era el amor de pareja? Mis padres, respondí ¿Y a ellos? Sus padres y la lógica diría que así sucesivamente. Pero no, a pesar de la brecha generacional las personas en una sociedad se emparejan y sienten, seamos honestos y realistas, conforme lo dictan las películas, telenovelas, libros, canciones y los mensajes directos o indirectos que alguien escribe y otro lee, o actúa o diseña.
  3.    ¿Quién es parte de tu vida? ¿Cuál es la chispa de la alegría? ¿Quién te decía “Recuérdame”? o ¿Cómo puedes dejar algo rechinando de limpio? A nivel más serio ¿Cuándo se dijo que la solución somos todos? ¿A quién se le atribuye el “Arriba y adelante”? ¿O el “Para vivir mejor”? ¿Quién es el equipo de todos? ¿El jugador número 12? ¿La Chiquitibum del 86? ¿A quién se le llamó la Chachalaca y a quien el Mesías Tropical? ¿Cómo se dio aviso de la existencia del Chupacabras? Cualquiera de estas preguntas refiere mensajes creados para implantarse en el consciente y el inconsciente colectivo y ser repetidos de manera espontánea ante el estímulo adecuado ya sea sed, frio, entretenimiento o elección política. Según mis lecturas en la preparatoria hubo un tiempo en que estos mensajes eran “subliminales”, tanto sexo como violencia debían ser sutiles referencias o insinuaciones. Posteriormente se hicieron más explicitas hasta que ahora – brecha generacional nuevamente – el dicho “El que no enseña no vende” ha dejado de tener vigencia y efecto. Todo es gráfico y explicito, instantáneo y fugaz.Este texto viene a colación del revuelo que causaron los comentarios de una conductora en televisión, Andrea Legarreta, sobre temas de economía. Ya todos sabemos que trató de justificar la caída del peso y petróleo y de minimizar sus efectos en el poder adquisitivo del consumidor promedio. Motu propio o por contrato, el mensaje se dijo. Después se desdijo cuando fue criticada y una avalancha de opinadores en redes sociales la convirtieron en la “Reina del Meme” por una semana. Estoy a favor de la divulgación científica y tecnológica, de la traducción de los temas difíciles a un lenguaje más entendible pero sin duda existe el riesgo de trivializar o decir verdades a medias. Yo creo que solo algunos de los que atacan y critican tienen las bases teóricas como para fundamentar sus opiniones pero bien, no es necesario un posgrado en economía para sentir el efecto inmediato y directo de un dólar más caro en las compras de la quincena. Recordemos para ser justos que ella, Legarreta, es solo una figura al frente de un sistema de comunicación que cumple un objetivo y lo hace bien: Da un mensaje adecuado a los intereses de quien representa. Ni más ni menos. No es ni heroína ni villana, de la misma manera que su vecina de camerino y la entrevista maldita que realizó en medio del “Triángulo dorado”.Usar la propaganda y la publicidad para crear mensajes a la medida no es cualidad exclusiva de la derecha, o del fascismo, o del Nuevo Orden… Giros y colorados lo usan y lo han usado. Desde Goebbels hasta Mc Carthy, desde Allende y Perón hasta Castro, Chávez y Maduro.Y a nivel local surgen voces que critican al periodismo comprado, al que “renta la pluma” y al vocero oficial. Existen, han existido y seguirán siendo parte del sistema. No veo que vayan a dejar de existir, pero sí el surgimiento de una nueva generación de comunicadores que usan los medios para hacerse escuchar, sin cortapisas, a pesar de que recientemente Umberto Eco haya denunciado la proliferación de una “legión de idiotas” a quienes internet ha dado voz, presencia y nuestros cinco minutos de fama.

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