A PROPÓSITO DE

Bonobo

Formas, informes y viejas mañas [1]

“La vanidad es mi pecado favorito” John Milton (1997)

Por Marcos de Jesús ROLDÁN

Hace una semana, también en miércoles, el presidente municipal de Los Cabos presentó un informe especial sobre el estado de gobierno a 100 días de operación.

No quiero abundar en que si fue legal o no; el costo de tal evento; si los asistentes fueron acarreados u obligados por sus empleadores; si hubo protesta o réplica, o más aún si debía hacerlo o no. De esos temas se ocupará seguramente alguien más avezado en política, pero sobre todo, el padre Tiempo.

Haré, en todo caso, un ejercicio mucho más simple y simplista es decir, dejaré que el ocio y la observación, innata habilidad del ser humano, guíen mi reflexión.

Sin embargo, antes de entrar en materia, necesito invocar a uno de los científicos ingleses más destacados de la vida moderna. Un zoólogo que encontró en la observación y la comparación las herramientas para plantear hipótesis y generalizaciones que para muchos son chocantes, absurdas e inútiles. Su trayectoria es muy amplia y longeva y lo ha producido desde artículos científicos especializados, conferencias, clases y seminarios en universidades hasta los textos y programas televisivos para divulgación de la ciencia.

De esa extensa bibliografía he leído solo cuatro títulos y de ellos son dos mis favoritos, casi podría decir los considero como manuales imprescindibles para vivir en sociedad. El Mono Desnudo (1967) y el Zoológico Humano (1969) son textos de divulgación resultado de su trabajo con primates y de su formación como zoólogo en los cuales despoja al ser humano, en lo individual y lo colectivo, de sus convencionalismos, sus hábitos y su “cultura” para analizarlo como el primate que es. Es decir monos sin pelo que vivimos en una jungla de pavimento, metales, concreto y cristales y usamos vehículos y herramientas para lograr alimento.

Descubrir su propuesta fue fascinante y desde hace casi 35 años aplico sus ideas en mi vida diaria encontrado por doquier esos pequeños rituales, exhibiciones y actos que dan la razón a quienes dicen en la administración moderna y la ingeniería organizacional que a los métodos y procesos hay que agregarles la posibilidad que algo falle por causas meramente humanas, en consecuencia, un error de animalidad.

Pongamos algunos ejemplos para clarificar mi comentario.

La manera como nos comportamos ante un posible competidor, una posible pareja sexual o al líder de nuestra manada, en todos los casos haremos desplantes o muecas de sometimiento, de agresión o de subordinación, también haremos notar que no somos agresivos, que tenemos buenas intenciones o que reconocemos la fuerza de quien nos dirige.

De ahí que a lo largo de la historia humana se hayan usado tocados, penachos o vestimentas coloridas para distinguir a los jefes tribales, a los reyes o a los democráticos presidentes – no en vano se recomienda usar una corbata roja cuando se está entre iguales y se quiere demostrar una cualidad diferente pero eso ya es asunto de Imagología.

En nuestro caso de estudio ha sido interesante ver que una prenda políticamente correcta hace 40 años haya regresado de la mano del actual gobernador quien ha preferido usar la guayabera que heredó de su padre – también gobernador, el primero – por sobre el traje y corbata que usa en las reuniones y eventos fuera de la entidad o la vestimenta  casual que pudiera portar fuera del protocolo. Y en un ejercicio de aceptación, dependencia y uniformidad sus aliados y subordinados se han visto obligados a vestirla, so pena de quedar fuera de ese círculo de confianza que implica vestir igual que el líder.

Varios han cuestionado la legalidad del evento o lo oneroso que pudo haber sido.  Tienen razón, hubiera bastado cambiar el nombre de “Informe” por “Mensaje” para que esas formas no se vieran agraviadas, una especie de “Mensaje a la nación” como el que dirige el presidente de EE. UU. una vez al año. Pero bueno, si lo que quería era exhibir su capacidad de convocatoria, sus alcances como líder, la fuerza y numero de aliados, desplegar su poder ante lo que dudan o ante los que han sido relevados puedo decir que lo logró. Dos o tres días en la prensa local y estatal, comentarios en pasillos y corredores, programas de opinión y en los camiones donde regresaron los que fueron invitados por algún líder de colonias, o un patrón, o una lista de asistencia cotejada con la nómina de esa quincena.

Fue un desplante ante su superior, sus iguales, subordinados y antagonistas. Fue un movimiento que sirvió para expresar un “Aquí estoy” y un “Quiero y voy por más”. Tal vez por eso no se vio a sus pares entre los invitados, es decir ningún presidente municipal asistió solidario. También fue notable ver el rostro demudado y la mueca de reprobación o de pena cuando se aludía al derroche e ingobernabilidad de la administración pasada. La cara de “Ahora va la mía” de los nuevos jefes y de quienes en esta pueden cobrarse la afrenta de haber sido despedidos o removidos de sus cargos por sospecha de espionaje, traición o falta de lealtad.

Ver el deambular de la nueva alta jerarquía me hizo pensar en al siempre común “Ha muerto el rey, viva el rey” y en este caso, ver a los resucitados, a los que han limpiado sus nombres y sus carteras y ahora comulgan una nueva religión en un adoratorio de otro color y de otro nombre pero con la misma intención: Seguir en el poder, liderando la manada, protegiendo a los suyos y atacando a los vencidos con el fin de restaurar la comarca y administrarla para que no haya escasez ni hambruna ni peligro ni enfermedad. Y esto es lo que haría cualquier otro primate en su jungla, con su manada y en su oportunidad para liderar al grupo.

¿Qué fue una lucha de egos? Por supuesto, mencionen una actividad humana que no esté alimentada por el ego y en el caso del gobierno, por la egolatría. Digo, escribir una columna y verla publicada también es una cuestión de ego. Y saben, no es malo.

Han criticado si no habló de temas importantes y conflictos presentes que son de interés para unos cuantos a pesar que deberían ser prioridades de los gobernados. Pero ¿Para qué exponerse a realizar un movimiento incorrecto, un error de cálculo o una palabra comprometedora? Baste recordar que fue un informe pero el objetivo principal no era comunicar resultados ni tampoco presentar una ruta crítica de cómo y con qué se va a lograr lo que se prometió en campaña o lo que comprometió mientras hacía recorridos por las calles de Los Cabos saludando a propios y extraños.

Quiero terminar esto con dos observaciones finales: La rapidez con que los empleados de Servicios Públicos desmontaron el escenario, mobiliario y escenografía mientras los comunicadores corrían a transcribir y editar sus notas para el informativo del día siguiente; y la segunda, la celebración, el banquete y libaciones realizadas al estar satisfechos con la segunda victoria al mando, una especie de cena triunfal mientras se comentaban las escenas de caza y se decoraban los rostros de los guerrero mientras el gran jefe hacía una marca más al báculo ceremonial que lo habrá de acompañar en su búsqueda por dominar un territorio más amplio.

Yo también soy mono desnudo y como tal me comporto sin pena ni rubor; uno que no pertenece a la manada en el poder pero si a la de quienes nos gusta observar, analizar y comentar. Desde ahí presencié el evento, entre los que admiro o aquellos a quienes imito, entre los que no encajo aun. En mi rama y desde mi cueva.

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